Hay más de lo que el ojo ve
La rápida y repentina propagación del brote del virus COVID-19 tomó al mundo desprevenido. Muchos lugares se encuentran ahora con restricciones con el fin de aplanar la curva. Gente de todo el mundo espera que esta pandemia termine pronto para que las vidas puedan volver a la normalidad.
El virus no es visible al ojo humano
¿Por qué resulta tan difícil detener la propagación de este virus? Una razón es porque este virus es tan pequeño que no podemos verlo, a menos que se use un microscopio muy potente. Es algo invisible a simple vista. ¿Cómo puede uno pelear con un enemigo invisible?
Otras cosas no visibles al ojo humano
Existen muchas cosas que no podemos ver. Por ejemplo, no podemos ver el aire, aunque sin duda es real. Sin aire no podemos vivir. No podemos ver las ondas radiales en el aire, pero nuestras radios pueden captarlas. No podemos ver los rayos ultravioleta, pero si permanecemos bajo el sol demasiado tiempo, nos quemaremos. Y más aún: ¡no podemos ver a Dios, pero Dios es definitivamente real! También tiene un enemigo que no podemos ver ―Satanás― el responsable de todas las enfermedades que se están propagando hoy.
El enemigo, Satanás, no es visible a los ojos del hombre
Necesitamos darnos cuenta de que detrás del mundo físico hay un mundo espiritual que es invisible a nuestros ojos. El enemigo de Dios, Satanás, intenta dañarnos. De hecho, en Juan 10:10 el Señor lo describió como un ladrón que viene a hurtar, matar y destruir. Pero gracias al Señor que el Señor Jesús murió por nosotros en la cruz. Mediante Su muerte, Él destruyó al diablo (Hebreos 2:14; 1 Juan 3:8).
Un Espíritu vivificante no visible a los ojos del hombre
Querido amigo: Dios quiere lo mejor para ti. Su amor por ti lo hizo morir en la cruz para lograr la redención por nosotros. Él derramó Su preciosa sangre para perdonar y lavar nuestros pecados. Fue sepultado, pero al tercer día resucitó y fue hecho un Espíritu vivificante (1 Corintios 15:45a) para poder entrar en ti para regenerarte y darte vida eterna. Ahora puedes hacer esta oración:
“Señor Jesús, gracias por morir por mí en la cruz. Gracias por hacerte el Espíritu vivificante para poder entrar en mí. Señor, confieso que soy un pecador. Por favor perdóname por mis pecados. Te acepto ahora mismo como mi Salvador y mi vida. Te lo pido en Tu precioso nombre. Amén”.